lunes, 2 de marzo de 2009

Queer cooking: exóticos y raros

En la cocina utilizamos habitualmente productos cercanos cultural y geográficamente a nosotros, pero en los últimos tiempos nuestro abanico de posibilidades se ha ampliado a productos venidos de otras tierras y procedentes de otras culturas gastronómicas. Cada vez nos parece más normal utilizar algas al elaborar una sopa, o condimentar un guiso con jengibre fresco, o hacer un revuelto con shi-take.
Sin embargo todavía hay algunos ingredientes que permanecen en lejanas alacenas esperando ser descubiertos por los ávidos paladares europeos. Algunos de estos ingredientes jamás llegarán a nuestras mesas mientras que otros formarán parte de nuestra dieta a no tardar y nuestros nietos hablarán del rysh-hatán con la misma naturalidad con que hoy hablamos del wasabi.
En el grupo de los productos que nunca adornarán nuestros menús podemos nombrar frutos exóticos como la baguaya, el chilompo o el cucuguate. Cada uno, a pesar de representar una exquisitez en sus países de origen, tiene su propia razón para no considerarse objeto de exportación. El chilompo, por ejemplo, es un fruto agridulce con cierto parecido al albaricoque deshidratado (los famosos orejones) pero con un toque cítrico bastante agradable. Es dulce pero refrescante. ¿Cuál es su problema? pues que su piel está llena de espinas: grandes, medianas, pequeñas y minúsculas. Su recolección es dificultosa y su consumo conlleva cierto riesgo. Si una de sus minúsculas espinas se colase en nuestro tracto digestivo, se anclaría inmediatamente en las paredes del intestino y causaría una inflamación que, a su vez, produciría una oclusión gástrica bastante peligrosa.
Otros ejemplos son la baguaya, que tiene un sabor incompatible con el paladar europeo o el cucuguate, tan delicado que no aguanta el transporte. Las condiciones en que se cultiva también son difíciles de reproducir fuera del Valle de Pachuca en el que se cría.
De todos estos productos hablaremos de tanto en tanto en la sección de “Queer cooking: exóticos y raros

2 comentarios:

Pauet dijo...

Es cierto que en lo que llamas queer-cooking cada vez nos dejamos llevar más por las excentricidades culinarias provocados por la publicidad, por la necesidad de innovar, las tendencias ... quien sabe ?

Yo, personalmente .... empiezo a estar harto de tanta marisopamiso, arroces rojos con algas y demas platos que adornan las cenas que frecuento últimamente. Es mas, me molesta que haya tanta poca consciencia e información de lo que supone consumir este tipo de alimentos.

Con la etiqueta de bio y eco (y sin ella) .... vienen transportados con avión muchísimos alimentos que llevan añadidos un coste en co2 brutal ... ademas de, según del país dónde vengan, para su recolección, incluso bien se deforesta, hay explotación infantil etc ...

En resumen, .... hartito de las cenas en las que de 1º medio gramo de co2 de 2º lomo de niño recoletor com kombu y de postre amazonia al descubierto.

Queer rules ;)))

Fande dijo...

¡Cielos Pauet! mientras leía tu comentario he escupido el milhojas de nori con atún deshidratado que tenía en la boca imaginando que el atún había sido alimentado con las mantecas de un pobre niño huérfano de Kioto.
Sí, vale, pero no seamos apocalípticos... No obstante dedicaré un futuro capítulo de "Queer cooking" a este tema de los perjuicios derivados del consumo de algunas delicias de ultramar.
Lo prometo.
Palabrita de Fan de.